Col·lecció Bassat

Art espanyol del segle XXI



INSTITUT CERVANTES DE CRACÒVIA

22 novembre 2021 - 16 gener 2022

Elogio del coleccionismo y elogio de un coleccionista

La historia de Carmen y Luis Bassat como coleccionistas se inicia en 1973, año en que él visita por casualidad, al salir de su oficina, la mencionada Adrià, donde él compra, simultáneamente, un cuadro de Xavier Serra de Rivera, y el 35 por ciento de las acciones de la galería, en la que se implicó entre aquella fecha, y 1979, en que cerró sus puertas. Recuerdo muy bien Adrià, sus cuidados catálogos (y entre ellos uno precioso de Albert Ràfols Casamada), su fotógrafo que era nada menos que Toni Catany, y aquella colectiva de pintores sevillanos de 1972, uno de los cuales era (pecados de juventud) el firmante de estas líneas, entonces integrante con Quico Rivas del efímero Equipo Múltiple. Fue durante esos años cuando Bassat empezó a acumular una colección que hoy cuenta con más de dos mil quinientas piezas, y es una de las más importantes de España.

Es imposible resumir en unas líneas el contenido de una colección tan amplia como la de Luis Bassat. Su corazón es sin duda la generación del cincuenta catalana, dentro de la cual se ha dedicado a reunir sobre todo obras de tres grandes pintores de los que fue muy amigo, y los tres inolvidables para cuantos hemos tenido la suerte de conocerlos, Josep Guinovart, Joan Hernández Pijuan, y Albert Ràfols-Casamada, al que acabo de citar a propósito de Adria. En los tres casos, el coleccionista se ha interesado tanto por su inicial producción figurativa (su digamos prehistoria), como por su evolución abstracta. De la misma generación, otro núcleo muy bien representado en sus fondos es el que en 1948 lanzó la revista Dau al Set: Joan Brossa (en su faceta de creador de objetos inscritos en la tradición surrealista), Modest Cuixart, Joan Ponç, el universalmente conocido Antoni Tapies, y Joan Josep Tharrats. De la misma generación comparecen Daniel Argimon, Alfons Borrell (miembro que fuera de Gallots, el muy interesante grupo vanguardista de Sabadell), el raro Joan Brotat, Maria Girona (mujer de Ràfols, y que persistió en una figuración esencial y llena de encanto), la enigmática Montserrat Gudiol, el surrealista y luego informalista August Puig (uno de los primeros artistas a los que conocí, en mi infancia, pues en el París fifties era uno de los mejores amigos de mi padre), Amelia Riera o Joan Vilacasas, autor de singulares planimetrias, además de novelista. Y escultores como Xavier Corberó, Marcel Martí, Josep Maria Subirachs, o el absolutamente fascinante Moisés Villèlia, que vivió en Mataró durante parte de la década del cincuenta, y cuyas criaturas de bambú adoraban Tapies, Miró o James Johnson Sweeney, entre otros. Y artistas del textil como la hoy redescubierta Aurelia Muñoz o como Maria Assumpció Raventós. Y un descubrimiento personal del que Bassat está especialmente orgulloso, y tiene razón en estarlo: Francesc Subarroca (Barcelona, 1932), del que tiene mucha obra, y al que la Nau Gaudí ha dedicado en 2019 una retrospectiva, comisariada por Francesc Miralles, retrospectiva que nos ha permitido descubrir a un pintor traspapelado, a un outsider de indudable talento y gracia, y morador, a juzgar por las fotografías, de un estudio inverosímil, que es en sí una obra de arte habitable.

Hacia atrás en el tiempo, la colección también incluye a escultores como el modernista Eusebi Arnau; el siempre sutil Apel·les Fenosa; el dibujante en el espacio que fue Julio González; Manolo, amigo íntimo de Picasso, pero dueño de un idioma clasicista, intemporal, defendido de siempre por Kahnweiler; Enric Monjo; Joan Rebull, voz de especial pureza; o el errante Eudald Serra, que por cierto fue también un importante coleccionista, especializado en arte de Oceanía. Y a pintores como Antoni Clavé, Joan Miró, o Josep Maria de Sucre, autor de una obra obsesivamente centrada en el rostro humano, y figura marginal pero de culto para no pocos pintores y escritores catalanes, y para un museógrafo tan importante como Germain Viatte, antiguo director del Musée National d’Art Moderne de París, y que lo conoció por haberse educado en Barcelona, con su tío, Pierre Deffontaines, director durante largos años del Instituto Francés de Barcelona, y la persona que junto con Sucre, asesor del Cercle Maillol, creado en el seno de aquél, envió a París, en los difíciles anos de la posguerra, a Tapies, Ràfols y otros artistas catalanes.

Más para acá, la colección prosigue con nombres surgidos a lo largo del último tercio del siglo pasado, y lo que llevamos de este. Se suceden así las figuraciones del dúo dinámico integrado por Eduard Arranz Bravo y Rafael Bartolozzi; y las de Francesc Artigau, el metafísico Ramon Enrich, Antoni Guansé, Robert Llimós, José Navarro Vives (abstracto en sus inicios), José Luis Pascual, Josep Pla-Narbona (figura importante del diseño gráfico), Gerard Sala, Xavier Serra de Rivera o Miquel Vila. Las abstracciones esenciales de Enric Ansesa Gironella, Joaquim Chancho, Regina Giménez, Lluís Lleó o Jaume Ribas. Los universos personales, todos ellos de dominante expresionista, cada cual, con sus matices, de Frederic Amat, Joan Cruspinera,

Jaume Genovart, José Niebla, Agustí Puig, Josep Uclés, Joan Pere Viladecans, o Zush, otro raro, nacido Alberto Porta, y hoy reconvertido en Evrugo. Las esculturas de Sergi Aguilar, Tom Carr, Gabriel, Xavier Medina-Campeny, Joan Mora, Enric Pladevall o el hoy universalmente conocido Jaume Plensa. Las instalaciones de Eulalia Valldosera. Los abigarrados fotomontajes de Lluís Barba.

Uno de los grandes aciertos de Bassat ha sido el acuerdo que le ha permito disponer como sede de su colección, desde 2010, de un edificio absolutamente emblemático, la ya citada Nau Gaudí de Mataró, una estupenda ciudad de la provincia de Barcelona, a cuyo arte, como en general al del Maresme, el coleccionista ha prestado también especial atención, reuniendo piezas de Josep Maria Codina, Rosa Codina-Esteve, Ricard Jorda, el fotógrafo Ramon Manent, Perecoll, Marc Prat Codina, Jordi Prat Pons o Josep Serra, una lista a la que cabe añadir a Pablo Mané, pintor uruguayo que vivió parte de su vida errante en Mataró, como antes lo hiciera su compatriota Joaquín Torres-García.

Extracte del text de Juan Manuel Bonet


Catàleg publicat en castellà i polac, on es reprodueixen les 22 obres exposades dels artistes Enric Ansesa, Lluís Barba, Josep M. Codina, Rosa Codina-Esteve, Ramon Enrich, Josep Guinovart, Joan Hernández Pijuan, Laura Iniesta, Joanpere Massana, Ruth Morán, Percoll, Jaume Plensa, Marc Prat Pons, Albert Ràfols Casamada, Jaume Ribas, Narcís Serinyà, Josep Serra i Miguel Zapata. Textos de presentació de Malgorzata Ludwisiak, Juan Manuel Bonet i Núria Poch, comissària de l'exposició. Textos institucionals de Francisco Javier Sanabria, David Bote, Lluís Bassat.

Edita Institut Cervantes de Varsòvia

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